En un homenaje rendido a Lacan, y una vez censados todos los desacuerdos con el «lacanismo», habría que marcar con fuerza al menos dos aspectos:
El hombre, el maestro, que fue un extraordinario estimulador de pensamiento y de investigación, en el seno de un mundo post-freudiano ronroneante.
El pensador, que hizo prevalecer la certidumbre, inaudita en el freudismo, de que el inconciente y la pulsión no surgen de los trasfondos oscuros de la «vida» sino que su génesis y su naturaleza son indisociables del mundo humano y de la comunicación interhumana.
Releer, desde estos dos puntos de vista, el brillante «Discurso de Roma»
Jean Laplanche