Existen pacientes naturalmente dotados para el análisis (son los que podemos llamar analizantes), y parecería que lo inventaron ellos, por la movilidad de su pensamiento, por su palabra tan sin restricciones aparentes, por ser tan apta su memoria para atravesar el tiempo; con ellos, la transferencia actúa como una palanca que levanta todo lo inerte e inanimado qué hay en nosotros. Funciona casi demasiado bien, y entonces es difícil, porque además, por su parte, el analista encuentra placer en él, y el paciente satisface su deseo de ser amado, desentrañar dónde se resiste.
Paradójicamente, son los pacientes que parecen menos hechos para jugar el juego del análisis – un juego verdaderamente aberrante si se lo piensa -, son esos pacientes – los rebeldes, los resistentes al invasor, los refractarios, los que se encierran en un silencio masivo, que a veces nos desesperan por su pobreza asociativa, dejan mal paradas a nuestras doctrinas, no cumplen con nuestras expectativas (porque tenemos expectativas aunque pretendamos lo contrario) -, sí, son ellos los que nos liberan de cualquier tipo de complicidad, prohíben lo que algunos llamaron la ‘alianza de trabajo’. Y entonces somos nosotros los que tenemos que inventar el análisis, cuando parece imposible; somos nosotros los que tenemos que pensar contra nosotros mismos.
J.B.Pontalis